Ojalá que Llueva la Fe
¡Cuánta gente habrá sentido estremecerse el corazón al escuchar el legendario bolero titulado “Perfume de Gardenia”! Esta clásica pieza musical de Rafael Hernández, conocido como el Jibarito, nacido en la Isla del Encanto, Puerto Rico, fue interpretada en forma magistral por la Sonora Santanera, versión mexicana de la Sonora Matancera, quizás el más famoso conjunto de música cubana. Es un bello poema dedicado al amor humano, entre un hombre y una mujer. Esta canción nos evoca las palabras de la Amada en el Cantar de los Cantares, que, estremecida de amor, le dice a su Amado: “Suave es el olor de tus perfumes”.
El amor hace estremecer el corazón y, siguiendo la comparación de la canción, cada palabra que sale de la boca de la persona amada huele a perfume de gardenia. ¡Cómo ardía y se estremecía el corazón de los discípulos de Emaús, cuando de la boca de Jesús resucitado salían palabras de sabiduría para explicarles las Escrituras! Ardía y se estremecía su corazón porque, a pesar de las dudas que les embargaban, tenían fe. Es que solo la fe puede hacer que de la boca de una persona amada salgan palabras que tengan olor a perfume de gardenia. El amor verdadero entre el hombre y la mujer, fundamento del matrimonio y la familia, tiene también sus raíces en la fe y confianza mutua. Sin fe no hay amor y sin amor no hay fe.
Parodiando otra canción, esta vez de Juan Luis Guerra, como resultado de lo dicho anteriormente, podríamos entonces exclamar: ojalá que llueva la fe en el campo, en la ciudad, en los hogares y en todo sitio en que los seres humanos desenvuelven su existencia. Sólo esa lluvia de fe refrescante puede hacer que el corazón se abra a escuchar las palabras de amor que salen de la boca del Señor con olor a gardenia y que están estampadas en la Biblia.
Ojalá que llueva la fe y comprendamos que la boca del Señor está llena de palabras perfumadas de bendición, misericordia y amor hacia la humanidad. Solo una lluvia de fe, que empape, limpie y purifique a la humanidad, puede hacer posible que el mundo supere la maldad que lo arropa, con su olor nauseabundo a pecado. La fe puede lograr que la lectura amorosa de las palabras que salen de la boca de Dios y que nos ofrece la Biblia, disipen ese mal olor que ha infectado al mundo y permitir así que la humanidad se oxigene, con olor a gardenia.
La Biblia es un libro, o más bien un libro de libros, una biblioteca que irradia una fragancia semejante al perfume de gardenia, porque está escrita con el calor entrañable del amor de Dios. La contraseña, el password, que da entrada a ese jardín de flores olorosas es la fe. La entrada a ese jardín de flores olorosas, que es la Biblia, se abre con una llave personal que el Señor le da a cada ser humano. Nadie puede abrir y entrar al jardín de la Palabra de Dios si no es con su propia llave de la fe.
La Biblia puede ser leída por cualquier persona, pero solo la comprenderá quien se ha dejado bañar por la lluvia purificadora de la fe. De lo contrario, ese libro de amor, con olor a perfume de gardenia, será visto solo como una obra que contiene diversos géneros literarios: históricos, líricos, cuentos interesantes, fábulas ingenuas, textos sapienciales o apocalípticos, cartas y tantos otros.
¿Por qué, a pesar de que incluso se lea la Biblia, no cambia nuestro mundo? Precisamente porque su lectura tiene que ser hecha a la luz de la fe. Esa misma fe que ha comenzado a inspirar nuestra vida cuando recibimos las aguas del Bautismo y que ha llovido permanentemente sobre el mundo como un regalo refrescante de lo alto para toda persona que quiera recibirlo.
De copias manuscritas realizadas generalmente por los monjes, la Biblia fue el primer libro impreso hacia 1455, tras inventar Gutenberg la imprenta, y traducida a unos 2454 idiomas, como para que nadie se quede fuera de la posibilidad de leer este libro de los libros. Y es tan grande la bondad del Señor que nos la ha puesto sumamente fácil, cuando estableció que el amor a Dios y al prójimo concentra todas las enseñanzas comprendidas en los 46 libros del Antiguo Testamento y los 27 del Nuevo testamento. Considera Jesús igualmente que todo lo que en plan de solidaridad y amor se haga por quien tiene hambre, sed, quien está desnudo, enfermo, en la cárcel, ha sido hecho a él, ya que en el amor solidario se resumen las Sagradas Escrituras.
Es que antes de escribirse en manuscritos o impresa en forma de libro, la Palabra está estampada en el corazón de cada ser humano y conduce al amor a Dios y al prójimo. De manera que la Escritura no es algo estático, letra muerta, sino que dinamiza nuestros corazones a vivir en el camino del amor, único que conduce a la felicidad.
Al fin de cuentas, lo que importa en la vida es el amor. Esa es la intención de la Biblia: hacernos comprender que Dios nos ama con un amor entrañable que hace estremecer las fibras más profundas de nuestro corazón. Para darnos testimonio de su amor, nos ha enviado a Jesús, para que seamos felices.
Ojalá que llueva la fe.
P. Luis Rosario