CÓMO DIOS ME SANÓ Y ME DEVOLVIÓ MI IDENTIDAD

julio 1, 2024

Mi nombre es María de los Ángeles, acabo de cumplir 18 años, pertenezco a una comunidad de la Iglesia Católica y quiero compartir contigo lo que el Señor ha hecho en mi vida.

La pandemia del Covid-19 dejó huellas en muchas personas que tuvieron que enfrentar situaciones muy adversas, yo no fui la excepción.

Desde pequeña, siempre he sido muy obediente, era una «niña ejemplar», con buenas calificaciones y un buen comportamiento; pero dentro de mí subyacía una María llena de inseguridades, llena de dolor, con heridas que ni yo misma sabía que existían en mí y que causaron situaciones que me llevarían a un problema mayor.

Era el inicio del año 2020, la pandemia apenas llegaba a la República Dominicana generando pánico en el país; fue entonces cuando todo lo que aquella niña guardaba en su corazón, todo ese dolor comenzó a salir como un volcán que hacía erupción. El país entró en un estado de cuarentena, la convivencia en el hogar se hacía cada vez más difícil, y para mí fue un tiempo de oscuridad interior.

Nuestro hogar siempre ha sido un hogar cristiano. Mi mamá nos llevaba a la iglesia todos los domingos, y los sábados íbamos a las catequesis de sacramentos. Todo parecía estar bien, aunque realmente, y al menos en mi caso, iba por obligación, debido a que aquello no era negociable. Mami se pasaba la mayor parte del tiempo en el trabajo, y si no era en el trabajo, estaba en la iglesia. Por mi lado, al ser una niña tranquila, nadie se imaginaba lo que podía llegar a suceder. Un día, durante la pandemia, decidí entrar en rebeldía; no quería nada con la iglesia, no quería recibir ningún tipo de formación relacionada con ella, ni quería saber de esas cosas. Esa conducta era vista como un acto de mal comportamiento; pero más allá había situaciones que en vez de hablarlas decidía callarlas, creyendo que así todo estaría bien.

Luego, experimenté una profunda tristeza, me escondía dentro de mí, no hablaba con nadie; mi relación con mami empeoraba, ya que ella no en- tendía lo que me sucedía, y no es que quería contarle, pues para mí era muy difícil crear ese vínculo de confianza con ella. Me empecé a refugiar en el celular, siempre estaba metida en la red social de Tik Tok. Para mí era como escapar de mis problemas, del caos que sentía que había en mi casa, de todo aquello que me causara dolor. Aquella aplicación, sin darme cuenta, me llevaba a la perdición. Desarrollé una ansiedad social crónica, lo que se mezcló con depresión; un vacío inmenso crecía dentro de mí y mi relación con mami no mejoraba, ya que para ella todo aquello, eso de no querer asistir a la iglesia y todo lo demás, era simplemente rebeldía.

Yo seguía en silencio, refugiada en esa aplicación; comencé a experimentar cambios en mi forma de pensar, en mi forma de ver el mundo, comencé a sentir cosas que no sabía que era capaz de experimentar puesto que venía de un hogar cristiano. Aunque no negaba la existencia de Dios, dentro de mí experimentaba cambios en mi identidad, y a través de esa app, esa identidad errónea comenzó a crecer cada vez más. Estaba llena de confusiones de quién era yo en realidad, perdí la visión de mi verdadera identidad, aquella para lo que fui creada; vestía de manera menos femenina o eso in- tentaba y empecé a usar pronombres que no iban acorde a mi género, pues entendía que eso era parte de mí; y aquellas emociones seguían aumentando, pues siempre recibía de Tik Tok mensajes que reafirmaban todo ese mar diabólico de confusión; por otro lado, agradezco a Dios que todo eso se quedó en mi mente, Él me preservó de no contaminar mi cuerpo ni mi alma, y estoy segura de que la oración de mi mama me protegió.

La depresión seguía creciendo, la ansiedad empeoraba, poco a poco iba soltando aquellas cosas que me ocasionaban felicidad; dejé la músIca, la guitarra, perdí motivación para muchas cosas y ya entendía que no tenía propósito en esta vida, y aquella aplicación donde se manejaba todo tipo de información afirmaba más en mí aquella identidad errónea.

Mami empezó a darse cuenta de algunas cosas, aquellos pequeños detalles que daban a entender que realmente no estaba bien e intentaba ayudarme, pero yo permanecía encerrada fruto de esas heridas que tenía en mi corazón. Ya no quería seguir viviendo, entendía que no era nadie, que no servía para nada, que era invisible y que no importaba. Lloraba todas las noches preguntándome porqué me sucedía todo aquello y no sabía cómo pedir ayuda. Mami empezó a orar por mí, se levantaba todas las madrugadas a orar por mí. Un día dije que no podía más y decidí pedirle ayuda, le dije que quería asistir a terapia y que no estaba bien.

Meses después de cumplir mis 15 años empecé a asistir a terapia, recuerdo que en la segunda sesión la psicóloga me exhortaba a contarle a mami sobre mi sexualidad, me afirmaba que ella no dejaría de amarme y que en algún punto tenía que saberlo. Al principio, me daba miedo porque muy en el fondo sabía que no era algo normal, pero aun así el demonio intentaba engañarme. Luego de tanto insistir le dije que sí. Mami entró a aquel consultorio, no podía ni verla a los ojos, y le dije lo que sentía sobre aquello. Eso la destruyó por completo; se culpaba a sí misma por todos los errores que había cometido que me llevaron a ese punto de mi vida, a ese vacío tan profundo, a ese dolor. Mami entre las lágrimas y el dolor seguía orando, iba al Santo Cerro (en la ciudad de la Vega) por mí, iba al Santísimo por mí, hacía ayunos por mí, comunión diaria, adoración diaria, rezaba el Santo Rosario, y sé que la Madre Santísima fue su sostén; como una guerrera se puso en la bre- cha por mí, le pedía a Dios que sanara mi corazón. Yo odiaba ver a mami llorar, sentía que yo era la culpable de su sufrimiento; ella decidió buscar ayuda propia a través de un psicólogo católico, el Dr. Octavio Escobar, él le daba herramientas para que junto a Dios yo pudiera iniciar mi proceso de sanación, y el de ella, pues mami nunca desistió; fue una guerrera, esta- ba dispuesta a pelear por mí, no iba a permitir que el maligno me arrebatara de los caminos de Dios.

A medida que el tiempo pasaba, comenzaron a notarse cambios, mi relación con mami mejoraba, aquella tristeza profunda desaparecía, empecé a abrirme más, a sacar todo aquello que me estaba hundiendo, comencé a perdonar, mi identidad comenzó a alinearse a lo que Dios había querido en mí. Conocí a Jisseth mi psicóloga, un ángel enviado por Dios, empecé a sanar, empecé a cambiar, es como si todo se hubiera transformado desde dentro hacia afuera; aquella oscuridad ya no estaba, aquellos pensamientos no existían, no tenía la más mínima duda de mi identidad, aquella con la que fui creada, y podía por fin ver ese amor, ese amor redentor; empecé a ver a Dios obrando en mí, las oraciones de mami eran contestadas y yo era cada vez más una nueva criatura en Cristo.

Pasó el año y ya era otra persona, mi relación con Dios empezó a cambiar, mami y yo nos volvimos inseparables, cada día más surgía ese anhelo de agradar a Dios y de vivir para Él. Hoy puedo decir que soy otra, aún quedan cosas por sanar, sigo luchando con la ansiedad, pero soy testigo de que el único capaz de sanarme es Dios, soy testigo de que las oraciones de mami dieron fruto, de que fue una guerre- ra que dio rodillas por mí para que yo fuera salvada de aquella muerte espiritual. Soy testigo de que Dios existe, de que mi Jesús ¡está vivo!, de que Él transforma los corazones más quebrantados, del poder de la oración.

Hoy trato de vivir para honrarle a Él, para devolverle todo ese amor que me tiene, y para ser esa luz que quiere que yo sea quité todas mis cuentas de Tik Tok, borré la aplicación por completo, cambié mi Instagram, hoy la uso para evangelizar. ¡Gloria sean dadas a Dios!

A ti joven que me lees, no des por hecho lo que el mundo te presenta, no hace falta encajar ni llamar la atención, Dios nunca te abandonará y te ama tal y como eres. Él no busca la perfección, Él busca tu corazón y te espera con los brazos abiertos; recuerda que tu identidad está en Cristo, fuiste creado/a con propósito, eres obra perfecta de Dios y no necesitas cambiar nada. Él es el único capaz de sanar tus heridas, acude a Él y te ayudará, te dará consuelo, te escuchará. A ti joven te digo, habla con tus padres, cuéntales tus situaciones, pide ayuda si la necesitas, no te quedes callado, no vayas a esas corrientes ideológicas de las que están contaminadas las redes sociales, tu felicidad solo la hallarás en Cristo, Él es el único que sanará tus heridas.

A ustedes padres les digo, no se rinden, no están solos/as, Dios está con ustedes. No permitan que el maligno gane, oren y no se detengan, tienen la Palabra como espada para batallar por sus hijos. Yo soy testigo del poder de las Escrituras, esas que mi mamá apli- caba cada día, cada madrugada sobre mi vida; pidan a la virgencita que los ayude, Dios es esa fuente de fortaleza que los ayudará a librar sus batallas, no olviden que cuentan con un Dios Todopoderoso. Tengan paciencia y comprensión, no dejen de amar a sus hijos; sean esa fuente de amor, ese refugio que ellos necesitan. Escuchen a sus hijos, no los dejen solos; abrácenlos, díganles cuanto los aman, nosotros necesitamos escucharlo de ustedes; sigan orando y nunca olviden que Dios tiene el control de todo.

– María de los Ángeles 

TESTIMONIO DE UNA ADOLESCENTE

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