El Triduo
El Misterio Pascual es la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor, que se conmemoran en cada celebración del Triduo. Se trata de una única celebración pascual en tres acciones rituales, por lo que en la Misa de la Cena del Señor y en la Celebración de la Pasión del Señor no hay ni bendición final ni despedida; solo hasta el final de la Vigilia Pascual se despide a la asamblea en tono de envío, para que dé testimonio alegre de lo que se ha vivido estos tres días.
Por tanto, el Triduo Pascual es mucho más que una serie de celebraciones litúrgicas; es un camino que nos invita a andar con Jesús, a entrar en su corazón, a dejarnos transformar por su amor. En estos tres días santos, la Iglesia nos llama a vivir desde lo profundo: a escuchar con atención, mirar con fe, y amar con todo el ser. El misterio pascual no es solo algo que ocurrió, es algo que ocurre y que transforma. A través de este recorrido espiritual por el Jueves, el Viernes Santo y el Sábado Santos, buscamos que la Palabra resuene en nuestro interior y nos enseñe a vivir más plenamente.
Jueves Santo: «Debéis lavaros los pies unos a otros»
El Jueves Santo nos abre las puertas del corazón de Jesús en la intimidad del Cenáculo. Allí, en medio de una cena pascual, Jesús realiza un gesto inesperado: se levanta de la mesa, se quita el manto, se ciñe la toalla y comienza a lavar los pies de sus discípulos. Es un gesto tan disruptivo que Pedro no puede comprenderlo. Pero Jesús insiste: “Si no te lavo, no tienes parte conmigo”. Y al final, les deja esta consigna: “Debéis lavaros los pies unos a otros” ( Jn 13,14).
Esta frase no es una sugerencia piadosa. Es una manera de vivir. Jesús no enseña desde una cátedra, enseña desde el suelo, desde los pies cansados de sus amigos. Nos invita a inclinarnos ante el otro, no con lástima, sino desde la compasión, sintiendo con el otro. El lavatorio de los pies es un acto profundamente humano: tocar el polvo, reconocer la fragilidad, estar al servicio sin hacer ruido.
En este día recordamos también la institución de la Eucaristía, ese pan partido que nos alimenta y nos impulsa a ser pan para los demás. Jesús se parte y se reparte, y nos dice: “Haced esto en memoria mía”. No se reduce a celebrar el rito de la misa, sino vivir eucarísticamente: ser presencia, entrega, comunión.
Cuando Jesús lava los pies, nos está diciendo: “Ama así”. Y cuando parte el pan, nos dice: “Entrégate así”. El Jueves Santo nos revela un amor que se arrodilla, que se ensucia las manos, que no teme perder su dignidad por servir. En un mundo que a menudo busca subir, Jesús baja. Y nos invita a bajar también, a los pies del hermano, allí donde el Evangelio se hace carne.
– Fray Diego Rojas, O.P.