El Triduo (p.2), por Fray Diego Rojas, O.P.

abril 18, 2025

 

Viernes Santo: «Todo está cumplido”

El Viernes Santo nos lleva al Gólgota. No hay misa, no hay cantos festivos. Solo el silencio. Un silencio que habla, que grita, que nos conmueve. En la cruz, Jesús pronuncia una frase que resuena como un suspiro final y una proclamación de victoria: “Todo está cumplido” (Jn 19,30).

No dice: “todo ha terminado”, sino “todo está cumplido”. No es la resignación de quien se rinde, sino la certeza de quien ha amado hasta el final. Jesús ha cumplido su misión: ha mostrado el rostro misericordioso del Padre, ha entregado su vida libremente, ha cargado con el dolor de todos. Su muerte, injusta, no es un accidente; es un acto de amor radical.

Mirar la cruz no es mirar una tragedia. Es mirar el mayor acto de fidelidad. En ella, Dios no nos da una explicación del sufrimiento, sino que lo asume. El misterio del mal sigue siendo misterio, el mal es irracional, pero es superado por el misterio del amor que da muchas razones para seguir adelante. Jesús no huye del dolor, lo atraviesa. No es ajeno al sufrimiento humano; lo ha hecho suyo. Y desde la cruz, nos muestra que incluso en el abandono, en la injusticia, en la herida, puede florecer la salvación.

El Viernes Santo nos invita a no tener miedo a nuestras propias cruces. A veces queremos que Dios nos salve quitando el dolor, pero Él nos salva acompañándonos en él. Jesús no bajó de la cruz, no porque no pudiera, sino porque nos amaba. Y allí, en ese madero, abrazó a toda la humanidad.

Contemplar la cruz es dejar que el corazón se quebrante. Es dejar que el amor de Dios nos toque donde más duele. Y también es recordar que no hay noche tan oscura que el amor no pueda iluminar.

 

– Fray Diego Rojas, O.P.

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