OFICIO DE LECTURA

julio 25, 2025

V. Dios mío, ven en mi auxilio

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

Himno: MENSAJEROS DE DIOS

 

Mensajeros de Dios

dadnos la Nueva:

mensajeros de paz,

sea paz nuestra.

 

Mensajeros de luz,

sea luz nuestra;

mensajeros de fe,

sea fe nuestra.

 

Mensajeros del Rey,

sea rey nuestro;

mensajeros de amor,

sea amor nuestro. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant 1. A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.

 

SALMO 18 A – ALABANZA AL DIOS CREADOR DEL UNIVERSO.

 

El cielo proclama la gloria de Dios,

el firmamento pregona la obra de sus manos:

el día al día le pasa el mensaje,

la noche a la noche se lo murmura.

 

Sin que hablen, sin que pronuncien,

sin que resuene su voz,

a toda la tierra alcanza su pregón

y hasta los límites del orbe su lenguaje.

 

Allí le ha puesto su tienda al sol:

él sale como el esposo de su alcoba,

contento como un héroe, a recorrer su camino.

 

Asoma por un extremo del cielo,

y su órbita llega al otro extremo:

nada se libra de su calor.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.

 

Ant 2. Proclamaron la obra de Dios y meditaron sus acciones.

 

Salmo 63 – SÚPLICA CONTRA LOS ENEMIGOS

 

Escucha, ¡oh Dios!, la voz de mi lamento,

protege mi vida del terrible enemigo;

escóndeme de la conjura de los perversos

y del motín de los malhechores:

 

afilan sus lenguas como espadas

y disparan como flechas palabras venenosas,

para herir a escondidas al inocente,

para herirlo por sorpresa y sin riesgo.

 

Se animan al delito,

calculan cómo esconder trampas,

y dicen: «¿Quién lo descubrirá?»

Inventan maldades y ocultan sus invenciones,

porque su mente y su corazón no tienen fondo.

 

Pero Dios los acribilla a flechazos,

por sorpresa los cubre de heridas;

su misma lengua los lleva a la ruina,

y los que lo ven menean la cabeza.

 

Todo el mundo se atemoriza,

proclama la obra de Dios

y medita sus acciones.

 

El justo se alegra con el Señor,

se refugia en él,

y se felicitan los rectos de corazón.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Proclamaron la obra de Dios y meditaron sus acciones.

 

Ant 3. Pregonaron su justicia y todos los pueblos contemplaron su gloria.

 

Salmo 96 – EL SEÑOR ES UN REY MAYOR QUE TODOS LOS DIOSES.

 

El Señor reina, la tierra goza,

se alegran las islas innumerables.

Tiniebla y nube lo rodean,

justicia y derecho sostienen su trono.

 

Delante de él avanza fuego

abrasando en torno a los enemigos;

sus relámpagos deslumbran el orbe,

y, viéndolos, la tierra se estremece.

 

Los montes se derriten como cera

ante el dueño de toda la tierra;

los cielos pregonan su justicia,

y todos los pueblos contemplan su gloria.

 

Los que adoran estatuas se sonrojan,

los que ponen su orgullo en los ídolos;

ante él se postran todos los dioses.

 

Lo oye Sión, y se alegra,

se regocijan las ciudades de Judá

por tus sentencias, Señor;

 

porque tú eres, Señor,

altísimo sobre toda la tierra,

encumbrado sobre todos los dioses.

 

El Señor ama al que aborrece el mal,

protege la vida de sus fieles

y los libra de los malvados.

 

Amanece la luz para el justo,

y la alegría para los rectos de corazón.

Alegraos, justos, con el Señor,

celebrad su santo nombre.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Pregonaron su justicia y todos los pueblos contemplaron su gloria.

 

V. Contaron las alabanzas del Señor y su poder.

R. Y las maravillas que realizó.

 

PRIMERA LECTURA
De la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 18—2, 5

LOS APÓSTOLES PREDICAN LA CRUZ

Hermanos: El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición; pero para los que están en vías de salvación —para nosotros— es fuerza de Dios. Dice la Escritura: «Destruiré la sabiduría de los sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces.»¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el letrado? ¿Dónde está el sofista de nuestros tiempos? ¿No ha convertido Dios en necedad la sabiduría del mundo?

Y, como en la sabiduría de Dios el mundo no lo conoció por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse de la necedad de la predicación, para salvar a los creo yentes. Porque los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría. Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados a Cristo —judíos o griegos—: fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

Fijaos en vuestra asamblea: no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; todo lo contrario: lo necio del mundo lo ha escogido Dios para confundir a los sabios. Y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder. Aún más; ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta; de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor.

Por él vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención. Y así —como dice la Escritura— el que se gloría, que se gloríe en el Señor».

Cuando vine a vosotros, hermanos, a anunciaras el testimonio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia ni sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. Me presenté a vosotros débil y temerosa; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana sino en la manifestación y el poder del Espíritu, pan que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

R. Cuando os hagan comparecer ante gobernadores y reyes, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis. * En su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir.

V. No seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.

R. En su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir.

 

SEGUNDA LECTURA

De las Homilías de san Juan Crisóstomo, obispo, sobre el evangelio de san Mateo

(Homilía 65, 2-4: PG 58, 619-622)

PARTICIPES DE LA PASIÓN DE CRISTO

Los hijos de Zebedeo apremian a Cristo, diciéndole: Haz que se siente uno a tu derecha y otro a tu izquierda. ¿Qué les responde el Señor? Para hacerles ver que lo que piden no tiene nada de espiritual y que, si hubieran sabido lo que pedían, nunca se hubieran atrevido a hacerlo, les dice: No sabéis lo que pedís, es decir: «No sabéis cuán grande, cuán admirable, cuán superior a los mismos coros celestiales es esto que pedís.» Luego añade: ¿Podéis beber el cáliz que yo tengo que beber o recibir el bautismo con que yo he de ser bautizado? Es como si les dijera: «Vosotros me habláis de honores y de coronas, pero yo os hablo de luchas y fatigas. No es éste tiempo de premios, ni es ahora cuando se ha de manifestar mi gloria; la vida presente es tiempo de muertes, de guerra y de peligros.»

Pero fijémonos cómo la manera de interrogar del Señor equivale a una exhortación y a un aliciente. No dice: «¿Podéis soportar la muerte? ¿Sois capaces de derramar vuestra sangre?», sino que sus palabras son: ¿Podéis beber el cáliz? Y, para animarlos a ello, añade: Que yo tengo que beber; de este modo, la consideración de que se trata del mismo cáliz que ha de beber el Señor había de estimularlos a una respuesta más generosa. Y a su pasión le da el nombre de «bautismo», para significar con ello que sus sufrimientos habían de ser causa de una gran purificación para todo el mundo. Ellos responden: Sí, podemos. El fervor de su espíritu les hace dar esta respuesta espontánea, sin saber bien lo que prometen, pero con la esperanza de que de este modo alcanzarán lo que desean.

¿Qué les dice entonces el Señor? En efecto, mi cáliz lo beberéis y recibiréis el bautismo que yo he de recibir. Grandes son los bienes que les anuncia, esto es: «Seréis dignos del martirio y sufriréis lo mismo que yo, vuestra vida acabará con una muerte violenta y así seréis partícipes de mi pasión. Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mi otorgarlo; es para quienes lo ha reservado mi Padre.» Después que ha levantado sus ánimos y ha provocado su magnanimidad, después que los ha hecho capaces de superar el sufrimiento, entonces es cuando corrige su petición.

Los otros diez se disgustaron contra los dos hermanos. Ya veis cuán imperfectos eran todos, tanto aquellos que pretendían una precedencia sobre los otros diez, como también los otros diez que envidiaban a sus dos colegas. Pero -como ya dije en otro lugar- si nos fijamos en su conducta posterior, observamos que están ya libres de esta clase de aspiraciones. El mismo Juan, uno de los protagonistas de este episodio, cede siempre el primer lugar a Pedro, tanto en la predicación como en la realización de los milagros, como leemos en los Hechos de los apóstoles. En cuanto a Santiago, no vivió por mucho tiempo; ya desde el principio se dejó llevar de su gran vehemencia y, dejando a un lado toda aspiración humana, obtuvo bien pronto la gloria inefable del martirio.

RESPONSORIO

R. Éstos son los que a su paso por este mundo plantaron con su sangre a la Iglesia; * bebieron el cáliz del Señor y se convirtieron en amigos de Dios.

V. A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.

R. Bebieron el cáliz del Señor y se convirtieron en amigos de Dios.

 

Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO

 

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,

a ti nuestra alabanza,

a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

 

Postrados ante ti, los ángeles te adoran

y cantan sin cesar:

 

Santo, santo, santo es el Señor,

Dios del universo;

llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

 

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,

la multitud de los profetas te enaltece,

y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

 

A ti la Iglesia santa,

por todos los confines extendida,

con júbilo te adora y canta tu grandeza:

 

Padre, infinitamente santo,

Hijo eterno, unigénito de Dios,

santo Espíritu de amor y de consuelo.

 

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,

tú el Hijo y Palabra del Padre,

tú el Rey de toda la creación.

 

Tú, para salvar al hombre,

tomaste la condición de esclavo

en el seno de una virgen.

 

Tú destruiste la muerte

y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

 

Tú vives ahora,

inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

 

Tú vendrás algún día,

como juez universal.

 

Muéstrate, pues, amigo y defensor

de los hombres que salvaste.

 

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,

con tus santos y elegidos.

 

La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

 

Salva a tu pueblo, Señor,

y bendice a tu heredad.

 

Sé su pastor,

y guíalos por siempre.

 

Día tras día te bendeciremos

y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

 

Dígnate, Señor,

guardarnos de pecado en este día.

 

Ten piedad de nosotros, Señor,

ten piedad de nosotros.

 

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,

como lo esperamos de ti.

 

A ti, Señor, me acojo,

no quede yo nunca defraudado.

 

ORACIÓN.

 

OREMOS,

Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que Santiago fuera el primero de entre los apóstoles en derramar su sangre por la predicación del Evangelio, fortalece a tu Iglesia con el testimonio de su martirio y confórtala con su valiosa protección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Amén

 

CONCLUSIÓN

 

V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

 

 

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