LLAMADA POR EL AMOR

agosto 1, 2024

Mi nombre es María Del Carmen, soy una joven de 25 años y me congrego en la Parroquia Cristo Salvador de la Zona Independencia, Santo Domingo. Tuve la gracia de haber crecido dentro de una familia muy unida y llena de amor. Vivo con mi abuelita, mi madre, mi tía, y mis dos hermanos, nunca faltan las risas y las anécdotas divertidas en casa.

Desde antes de nacer, ya el Señor mostraba que mi vida tenía un propósito especial. Mi madre enfrentó graves complicaciones de salud durante mi gestación y a los seis meses y medio, se le presentó un parto prematuro. Ambas estábamos en peligro de muerte y el doctor intentó retrasar el parto por los riesgos que ello implicaba para mi desarrollo. Momentos antes de la cesárea mi corazón dejó de latir; por lo que, salvar la vida de mi madre se había convertido en la prioridad. 

Mi abuelita me cuenta cómo ella le pidió su intercesión a la Virgen de la Altagracia por mi vida. Ella me ofreció a la Madre diciéndole que, si su Hijo me permitía vivir, yo me llamaría como ella; y justo antes de que mi madre entrara a cirugía, mi abuela le colocó una estampita de la Virgen debajo de su cabeza. El doctor que le atendía narraba acerca de la incertidumbre que se vivía en ese quirófano, y de la misma manera señalaba cómo todos los allí presentes les daban la gloria a Dios, cuando al salir del vientre de mi madre mi llanto estremeció aquel lugar. Por eso, poseo la dicha de llamarme María; Dios Padre, en el nombre de Jesús, me concedió la gracia de vivir y Él mismo escogió mi nombre.

Por gracia divina, crecí en una familia de fe, que siempre me llevó a la Iglesia. Desde niña sentía gran curiosidad por la Eucaristía y un día le dije a mi madre con determinación: “Yo quiero hacer eso, quiero recibir a Jesús, y no voy a volver hasta que pueda hacerlo”. Obviamente mi madre continuó llevándome a Misa. A la edad de 9 años comencé la Catequesis en mi colegio, a esa edad fui bautizada y más tarde hice mi Primera Comunión. El día que recibí a Jesús Eucaristía, uno de los más felices de mi vida, fue marcado mi compromiso con la fe de manera indeleble. Años después también recibí el sacramento de la Confirmación.

Mi madre siempre ha sido canal para acercarme a Jesús. A los 13 años, me animó a unirme a la Pastoral Juvenil de nuestra Parroquia. En esa época, yo era extremadamente tímida y me atemorizaba entrar, siendo la más joven y por estar rodeada de “tantos desconocidos”. Al principio, asistía y escuchaba los temas, pero aún no había tenido un verdadero Encuentro con Jesús.

La manera en la que Jesús me llamó cambió mi vida para siempre. Resulta que durante una falla eléctrica en casa, llegaron a repararla dos hombres a quienes nunca había visto. Después de arreglar el problema, se marcharon; sin embargo, no habían transcurrido ni 5 minutos cuando uno de ellos regresó a la casa y, mirándome a los ojos frente a mi familia, me dijo: “Jesús te dio la vida y luchó mucho para que estuvieras aquí, pero no se la estás entregando como Él quiere. No lo estás amando ni sirviéndole como Él espera. Asistes a la Iglesia a ocupar un asiento, pero Él necesita más de ti”. Sin añadir más palabras, se marchó, y yo quedé hecha un mar de lágrimas.

A partir de ese día, asistí al grupo con un enfoque distinto. En “Resurrección Juvenil” el Señor fue consumando el plan de amor que tenía conmigo, le abrí mi corazón, me enamoré perdidamente de Él y actualmente tengo casi 10 años sirviéndole. Con mi servicio, mi vida comenzó a cobrar un mayor sentido; descubrí donde estaba mi felicidad, el Señor me reveló quién soy, me regaló el carisma de adorar a través del canto y entendí que me había dado un testimonio para acercar otros corazones a Él. 

Sigo transitando mi camino de fe y de conversión, entregándole mi vida, procurando -con su gracia- crecer en santidad, hasta alcanzar esa santidad anhelada junto a Él.

A ti que lees, abre tu corazón al Señor y recuerda que tu vida tiene un propósito hermoso, que Él te amó primero y ya te ha escogido. ¡Dios te bendiga!

-María del Carmen Rivera

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