Los jóvenes y su miedo al futuro, por Paola Pablo

agosto 1, 2024

¿Los jóvenes tenemos miedo al futuro? No creo que sea tanto miedo al futuro lo que sentimos los jóvenes, sino más bien un miedo que corresponde a la primera vocación que hemos recibido todos: el miedo a “no vivir”, a quedarse a medias, a no implicarse con la propia vida, a no dar pasos orientados a la verdadera felicidad, el miedo a que llegue un día ese “futuro” y sigamos todavía en la orilla de nuestras vidas. Los jóvenes tenemos miedo de no llegar a ser todo lo que podemos ser, de no desplegar el tesoro que Dios nos ha dado particularmente a cada uno, ese tesoro que lo conforman nuestros dones, talentos, cualidades, capacidades, carismas…

Existe un juego de cartas muy conocido que se llama UNO y que yo acostumbraba a jugar con cierta frecuencia cuando era adolescente. La finalidad de este juego es quedarse sin cartas, y cuando solo te queda una carta tienes que decir “UNO”, anunciando a todos que estás a punto de ganar. Imagínate que en este juego en el que se reparten 7 cartas, un jugador decida jugar solo con 4 cartas. ¿Qué sentido tendría esto? Pues ninguno, sería una pésima estrategia, porque si no juega con todas sus cartas, nunca conseguirá el objetivo del juego que es quedarse sin cartas. Esto es evidente, cuando nos referimos a un juego de cartas como el UNO, sin embargo, se vuelve menos claro cuando lo extrapolamos a nuestras vidas. A cada uno de nosotros, en este “juego” de la vida, se nos han entregado unas “cartas” únicas e irrepetibles, “justo para nosotros”, que corresponden a dones, talentos, carismas…  ¿Y qué hay que hacer en este juego? ¿Cómo se “gana”? Este juego es similar al UNO, principalmente lo que hay que hacer es poner todas las cartas en juego. Gana quien no se ha guardado nada en el juego, quien ha entregado todo lo que le ha sido dado. En la vida, todo aquel que pone en juego lo que Dios le ha dado es un “ganador”. Hay algunas personas, sin embargo, que deciden jugar con menos cartas de las que reciben, es decir, deciden guardar sus dones y talentos, y no hacerlos crecer ni ponerlos al servicio. Esta decisión puede ser motivada por varias razones: miedo, pereza, falta de confianza (inseguridad), dejadez, falta de interés, para evitar “complicaciones”, falta de compromiso… 

Tener esta “actitud de juego” en la vida es muy peligroso, porque al guardar aquello que Dios nos ha dado, nos terminamos guardando a nosotros mismos (“quien quiera guardar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará” – Mt 16, 25).

Y justo en eso consiste el mayor miedo de los jóvenes de hoy, que pase la vida y que permanezcamos guardados, como semillas y no como árboles, sin desplegar todo lo que somos y todo lo que tenemos, sin cumplir el sueño de Dios en nuestras vidas.

Entonces, mirando este miedo presente en muchos jóvenes, ¿cómo “sacarle la lengua” y no dejar que sea piedra de tropiezo en nuestro camino? A mis 23 años, me mudé a España para estudiar y con el propósito de buscar el sueño de Dios para mi vida. Yo venía ya con pistas desde mi país, República Dominicana, en cuanto a que el sentido de mi vida y mi mayor alegría la encontraba en el servicio a Dios, y que la evangelización y la música eran parte de ese sueño. Al llegar a España, comencé a evangelizar en el mundo digital con mayor constancia y a producir mi música, y a los 7 meses, fui consciente de que estaba atravesando un desierto espiritual. Estaba preparando contenido para Dios, hablando de Él, y también música para Dios, pero en mi oración no podía escucharle como antes, en mi día a día no le sentía como antes, y yo no sabía qué significaba eso, ni siquiera sabía si yo había hecho algo mal y por eso “Dios había cambiado conmigo” (spoiler: obvio que no fue eso, Dios no actúa así, ja ja). Me encontraba perdida en mi camino, sin saber hacia dónde ir y con mucha incertidumbre. 

En ese momento de mi vida, conocí el “acompañamiento espiritual” (que es hablar con una persona que pueda reflejarte, contrastarte y arrojarte luz sobre lo que vives en tu relación con Dios y con ello aprender a leer el paso de Dios por tu vida).

El acompañamiento espiritual, no sólo me permitió (y me permite aún) crecer en mi relación con Dios y madurar en mi seguimiento de Jesús, sino que también me permitió conocer mejor mis “cartas” para poder “jugarlas” mejor.

Iniciar un proceso de conocimiento personal para mí ha supuesto un antes y un después, ya que en mi seguimiento de Jesús voy toda yo, y toda yo son mis virtudes, mis dones, mi carácter, mi temperamento, mis heridas, mis intenciones rectas, mis motivaciones mezcladas, mis luces y mis sombras. Toda yo, todo lo que soy, todo lo que Dios abraza en mí. Y solo aquello que reconozco en mí, es lo que puedo entregar libre y conscientemente.

De la mano del acompañamiento espiritual y del conocimiento personal, va el discernimiento, que es fundamental para hallar y conocer la voluntad de Dios, que no es abstracta, sino concreta y que Dios me comunica personalmente. Esos serían nuestros tres “comodines de juego” para “sacarle la lengua” al miedo de vivir a medias y quedarnos guardados eternamente como semillas sin florecer en la vida, sin cumplir el sueño de Dios en nosotros.

Joven, espero que te animes a jugar con todas tus cartas, que te aproveches de estos tres “comodines de juego” y que en tu partida suceda lo mejor… (Lo mejor es que Jesús gane la partida en ti).

 

-Paola Pablo

 

COMENTARIOS

¡Deja un comentario!

OTROS ARTICULOS