Maní Navideño, por el P. Manuel Maza Miquel, S.J.

diciembre 1, 2024

Cada tarde, mientras el sol agonizaba, Antonio pontificaba desde el balcón sobre dos temas, sujetando el periódico con las dos manos: el caos del tránsito terrestre y los haitianos. Hablaba alto para que Cándida lo escuchara desde la cocina. Hacía años que ella lo ignoraba. Desde su tribuna privilegiada, con sus propios ojos contemplaba a diario los probables accidentes, evitados por pelitos, en esa intersección peligrosa, donde la Sarasota entrega su alma a un supermercado, asaltada por la Dolores Rodríguez Objío, una marginal y otras dos calles más.

Para denostar a los haitianos le iban quedando pocas palabras: –es un plan de las potencias, quieren unificar la isla, nos están invadiendo-así le encontraba Lucía a las 7, al regreso de su trabajo. Ella interrumpía su discurso con un beso.

Abajo, en la acera norte, cada tarde, a eso de las 6:45 p.m. cruzaba Jeremie vendiendo maní. Cargaba la palangana como si sostuviera las andas de un santo. Venía desde la Churchill, donde un chofer amigo lo dejaba pasadas las 4 p.m. Iba camino de su casa en Buenos Aires de Herrera. Cada cuadra, cambiaba la mano con la que sostenía a su santo.

Tenía mucho tiempo para pensar y recordar mientras caminaba. Su primo Gerard había desarrollado su inteligencia en Montreal. Casi era abogado. Jeremie había desarrollado sus antebrazos con su palangana de maní de cada día. Con los dulces que hacía su esposa en el rancho y alguna chiripa, sostenían a su princesa y le mandaban algo a la abuela en Jacmel. El terremoto lo dejó huérfano y sin su adorada hermana mayor, Marie.

Luego de cuatro años, Jeremie era “panita full” de la Sarasota. Se sabía de memoria los hoyos y conocía sus aceras levantadas por las insurrectas raíces de las melinas.

Ahora en Navidad había menos calor, pero le costaba más el camino. Anochecía más rápido. Le herían los foquitos burlones en las encumbradas ventanas de los apartamentos; le indignaban los crueles “santicloses” de sonrisa tan plástica como indiferente; los alienados muñecos de nieve caribeños y los presumidos arbolitos nariz-parada, asomados a las ventanas, cuajados de luces, que Jeremie miraba desde su implacable manicera oscuridad.

Todo ocurrió en un pestañar. La voladora ignoró los reductores de velocidad e impactó veloz al Toyota con su pasajera, que quedó con los pies para arriba y la cabeza para abajo, presa de una telaraña de hierro y lata, aprisionada por el timón, su asiento y la puerta.

Jeremie y su maní eran parte del gentío que vio fugarse al chofer de la voladora. Oyó cuando un señor muy serio de bata blanca sentenció: –está viva, pero está sangrando por la cabeza. En lo que los rescatistas la liberan, hay que meter algo dentro del carro y subirle la cabeza todo lo que se pueda y mantenerla así hasta que lleguen–.

Jeremie abandonó su paila de maní en el suelo, se arrodilló y alcanzó a meter su brazo nudoso para levantarle la cabeza hasta el punto, que estableció con un “ahí está bien” el de la bata blanca y así la mantuvo los 53 minutos que tardaron en liberarla.

Antonio, el padre de la accidentada, le dio la mano y las gracias. Lucía no le pudo agradecer, solo le sonrió.

Jeremie continuó hacia Buenos Aires, dichoso, cargando su palangana de maní menos pesada por la demanda de los curiosos, que fueron dejando religiosamente sus cuartos en la palangana como limosna de santo. Ya era de noche. Ahora los foquitos navideños iluminaban su alegría porque, podía jurar, que hacía un rato, su adorada Marie le había sonreído.

Preguntas para discutir:

  1. Opina tú también sobre los temas que plantea Antonio.
  2. ¿Qué pasos se pueden ir dando para resolverlos?
  3. ¿En qué se nota la calidad humana de Jeremie?
  4. ¿Y la de los curiosos que se acercaron a ver el accidente?
  5. ¿Cuándo empezó la Navidad de Jeremie?
  6. ¿Qué es lo que más valoras de la Navidad?
  7. Puedes leer en tu Biblia la carta de Pablo a Tito, el capítulo 3. ¿Qué nos trajo el Mesías naciendo entre nosotros?
  8. Si vas a escribir un cuento. Los que saben, dicen que un buen cuento se teje alrededor un detalle bien escogido. Encuéntralo en este cuento.

 

– Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.

COMENTARIOS

¡Deja un comentario!

OTROS ARTICULOS